21/03/2016
Estamos más acostumbrados a reconocer los arces por sus hojas, palmeadas o lobuladas, o por sus frutos, llamados sámaras, pero generalmente no apreciamos de igual manera a las flores, tal vez por ser poco vistosas. Sin embargo, en el caso que nos ocupan, cuando el árbol está totalmente florido, presenta un aspecto fabuloso, teñido de completamente amarillo. A este efecto contribuye el hecho de que las hojas apenas han salido y las pocas que hay no han acabado de desplegar totalmente sus tres lóbulos ni de adquirir su tonalidad oscura. Es pues un espectáculo ver transcurrir las estaciones por este árbol que cambia constantemente de color, llegando, en verano, al fructificar en sus disámaras, al mayor esplendor.
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